En este artículo les contaremos que ver en el desierto de Gobi, así como nuestra experiencia en el tour. Los detalles prácticos de la planificación del mismo, como ser el precio, lo que incluía o no, se encuentran en el artículo: Planificación para el tour al desierto de Gobi.
El desierto de Gobi es una vasta región que se extiende al sur de Mongolia y al norte de China, siendo unos de los desiertos más importantes del mundo. Aquí te encontrarás con una pequeña porción de dunas de arena, pero sobre todo con montañas, gargantas, valles, mesetas y amplias estepas. Hay mucho que ver en el desierto de Gobi.
Las distancias son largas, como también lo son las horas arriba de la camioneta, pero los paisajes merecen la pena. En el camino, nos cruzamos con muchos animalitos y nos sentimos un poquito nómadas pasando la noche en los típicos gers.
¿Qué ver en el desierto de Gobi (día a día)
Día 1 – Baga Gazryn Chuluu
Este primer día de tour por los lugares que ver en el desierto de Gobi, es principalmente viaje, pero tiene una excusa, o mejor 3 excusas para que el camino no sea tan cansador:
• Una cueva
• Un monasterio en ruinas
• Las spring waters for the eyes
Pero vamos por partes, porque como dije antes, estos tres iconos turísticos no son más que una excusa. Lo que realmente llama la atención es el paisaje en el medio del cual estas 3 cosas están, que se llama Baga Gazryn Chuluu. Un paisaje lunar sin haber estado en la luna. Se empiezan a ver leves ondulaciones de las cuales asoman del suelo piedras como cortadas en forma de laja.
En la diminuta cueva, estuvimos menos de un minuto asomados, y otros 15 minutos sacando fotos al paisaje de alrededor y del frío atardecer. De todas formas, de animarse a entrar en su interior, parece que hay un gran lago por debajo.
El monasterio era en realidad un templo que parecía la casa abandonada y hecha ruinas de algún ermitaño. Pero la importancia de este templo radica en que en él es donde estaba el monje que creó el símbolo de Mongolia que está en la bandera, en las patentes, en cada monumento y en todos lados!
Y las spring waters for the eyes, sin palabras. Es un pequeño agujero en una roca de donde aflora un poco de agua fresca desde abajo. Han dejado convenientemente una cuchara para sacar un poco de ese agua, que se la dan al turista (y a nosotros, claro) para pasárnoslo por los ojos, dado que es buena por sus propiedades minerales.
Día 2 – Tsagaan Suvraga o White Stupa
Su nombre en mongol es Tsagan Suvraga, pero en inglés le llaman White Stupa o White Mountain, y es otra de las atracciones que ver en el desierto de Gobi. Se trata de unos acantilados cuya pendiente cae desapareciendo en una gran estepa al horizonte infinito. Fue formado hace muchísimos millones de años y los colores de la piedra se refieren a distintos momentos en el tiempo.
Día 3 – Valle de Yol
El Valle de Yol es un angosto cañón por donde pasa un pequeño arroyo. Allí hicimos una caminata de una hora por la garganta, sorteando yaks y teniendo un poco de cuidado de no meter el pie en el agua, dado que la mezcla del hielo que se había formado sobre el arroyo y un poco vegetación, engañaba un poco.
Es un sitio muy especial ya que durante el invierno se forma en las profundidades del cañón un corredor de hielo, que cuando comienza el veranito empieza a derretirse.
Día 4 – Dunas de arena de Khongor
Sin dudas uno de los principales lugares que ver en el desierto de Gobi. Ese fue un día de viaje largo hasta que por fin se empezaron a divisar las dunas de arena. Pero no hay que imaginarse un desierto de arena como tal, es un fenómeno distinto, dado que es un largo corredor de dunas, al pie de un sistema montañoso. Si bien al comienzo las empezamos a ver un tanto bajitas, las que estaban por delante parecían grandes montañas blancas. Impresionante.
La actividad del día es subir hasta arriba y si bien lo intenté, no logré llegar. Estaba muy empinado y la arena demasiado blandita. Pero sí pudo Juan así que a él debemos las fotos del paisaje.
Día 5 – Que ver en el Desierto de Gobi, las Flaming Cliffs
Llegamos a nuestro punto de interés del día un poco después del mediodía: las flaming cliffs. Se llaman así porque son grandes acantilados de tierra color rojiza. Muy lindo el paisaje, pero el viento estaba imposible, así que no pudimos estar allí más de 15 minutos. Era un poco peligroso andar de piedra en piedra por temor a uno caerse y rodar acantilado abajo.
Día 6 – Ongi Monastery
Después de desayunar, fuimos caminando hasta el monasterio de Ongi, otro de los lugares que ver en el desierto de Gobi. Estaba muy cerquita del sitio donde nos alojamos. El monasterio fue en su tiempo uno de los más grandes de Mongolia, construido en el siglo XVII pero destruido por el partido comunista mongol a mediados del siglo XX, dado que era uno de los templos budistas más importantes de Mongolia. A este ataque en el que fallecieron unos 200 monjes se le llamó «la represión».
Hace 10 años se inauguró el único templo reconstruido y se puede observar también un pequeño monumento que el gobierno mongol construyó en favor de esas víctimas, más a modo de disculpa, que de homenaje. Los familiares de las víctimas de la represión recibieron 1.000.000 de tugriks (unos 430 euros a tipo de cambio de ahora).
Entramos al museo que se encuentra en un ger, vimos la estupa dorada, aunque es blanca, que domina el paisaje desde arriba y también el sitio desde donde se hace sonar la concha de mar en señal de aviso de que los monjes van a leer el mantra, a manera de invitación. La lectura del mantra no es diaria, sino que se hace siguiendo el calendario lunar. Los lamas que actualmente asisten al monasterio viven en las cercanías del mismo.
Día 7 – Khar Khorin
La ciudad de Khar Khorin o Karakorum fue la capital de Mongolia en el siglo XIII. El monasterio de Khar Khorin se llama Erdene Zuu. Se ordenó su construcción en el siglo XVI y los templos budistas que llegaron a albergar a unos 1000 monjes se encuentran dentro de un recinto cuadrado rodeado de una alta pared con 108 estupas (108 es el número sagrado de los budistas).
Si bien los templos principales dentro del recinto fueron destruidos por el partido comunista mongol a finales de la década del ’30, aún se mantienen las paredes con las estupas y dos templos. Uno de ellos más parecido a los que se pueden encontrar en China, con techos verdes y coloridas paredes y ornamentaciones, el otro más parecido a lo que se puede encontrar en Tibet, de color blanco, con detalles en dorado y banderines de colores que suben en oración hacia el cielo.
Un largo camino atravesando desiertos de diversas índoles
Con Juan llegamos a la conclusión que el paisaje cambiante a lo largo del camino era un «punto de interés» en sí mismo y una de las principales atracciones que ver en el desierto de Gobi. Si bien uno se imagina un desierto con una predominancia en el color amarillo, es impresionante la variedad de tonos marrones, grisáceos, rojizos, de naranjas y verdes que se pueden ir viendo.
Dejando atrás el caos y el smog de Ulán Bator, los kilómetros recorridos Mongolia adentro son de una estepa donde las mil rutas de huellas se trazan. El suelo es árido y hay cortos pastos amarillentos que se extienden a lo lejos.
En algunos momentos, teníamos por cielo nada más que tierra. El viento que había era terrible, no se veía el horizonte. Ya no se veían gers, ni hombres en moto, y muy poco ganado pastando. Igual, los fieles al desierto son los camellos.
El paisaje de Gobi merece la pena en sí mismo. Merece las eternas horas de furgoneta dando saltitos, la constante música mongola del único CD que tenía nuestro conductor y los días sin bañarnos…
Que ver en el desierto de Gobi, nuestra camioneta
Nuestra camioneta era una Russian Van color arena con la cual compartiríamos finalmente 6 de los 7 días de viaje.
Por dentro era muy cómoda, teníamos alfombras sobre los asientos y una gran calefacción, perfecta para los días de frío y viento que continuaron.
El tour lo hicimos en forma paralela con otro grupo de SunPath que habían salido de Ulán Bator ese día también, y estaríamos juntos hasta el día 6 en que cada uno seguía su camino (ellos irían más al centro de Mongolia y nosotros ya volveríamos a la ciudad).
Las comidas en el tour de Gobi
En el camino parábamos a almorzar al costado de la ruta, en la que encontrábamos «restaurantes» y gers que por dentro eran, además de una casa de alguien, un pequeño almacén.
En algunos lugares no había mucho para elegir, por ejemplo, el primer día comimos el único menú disponible de un restaurante, una sopa de fideos con carne (que estaba buenísima para variar), en el resto de casos, no tenía más que dumplings (de los cuales somos fans!). No pagábamos más de 10.000 tugriks (menos de 5 euros) para comer los dos, no pedíamos ni bebida ni postre.
Y ahora las comidas, todas ellas sabrosas:
Por las noches, nos cocinábamos nosotros en el ger. Prendíamos la hornalla cuando ya estaba entrada la noche y poníamos el agua para cocinarnos alguno de los menús que nos teníamos preparados: o arroz o pasta, con una salsa preparada que estaba buenísima.
Animalitos de Dios
Todos estos animales que nos encontraríamos en la ruta, si bien parecen salvajes, dado que las tierras no están marcadas ni cercadas, tienen dueño. Los hombres o las mujeres arrean su ganado en moto, aunque hemos visto (pocos) que lo hacen a caballo.
Los caballos son distintos a los que conocíamos: más bajitos, más tochos, con mucho pelaje, todos parecían tener un corte de pelo distinto, que los hacía más modernos, o más intelectuales.
Vimos muchos camellos. La primera vez que los vimos avanzando al costado de la ruta me avalancé sobre la cámara y la ventanilla sin saber que durante el resto del camino veríamos muchos más de ellos. Pero era la primera vez que veía de estos bichos de dos jorobas y me emocioné! Jaja!
Los camellos tienen una cara graciosa y son muy curiosos. Encontramos otro grupo que estaba muy cerca de la ruta y nosotros nos acercamos cautelosamente a sacarles unas buenas fotos. La mayoría de los camellos estaban un poco reticentes a nuestro acercamiento, pero había uno en particular que, mientras Juan me estaba sacando una foto, se empezó a acercar a mí de a poquito hasta casi pegarme un susto porque lo tenía al lado.
Vimos ovejas y cabras por doquier. En una ocasión, había un gran número de ellas bebiendo en una fuente artificial producida por el agua extraída de una bomba. Y también se acercaron unos camellos a beber, pero todo a su debido tiempo. Primero el ganado y después los camellos.
Y el último día vimos muchísimas águilas, creo que porque también esa estepa estaba plagada de pequeños ratones, que se nos cruzaban en la ruta.
Nuestra vida nómada (un día típico)
Este era un día típico en nuestro tour. Después de un día largo de viaje, llegábamos al atardecer o ya casi de noche a los gers donde dormiríamos. En el camino veíamos familias que tenían uno o dos gers, uno donde vive la familia y el otro donde almacenan cosas. Hay otras familias que, al ser un poco más numerosas y tener a sus hijos viviendo con ellos, tienen más gers armados (se lo llama ail).
Donde paramos nosotros las primeras tres noches eran familias que tienen varios gers, que estaban preparados para el turismo, con su calefacción y camas puestas en forma de círculo. La noche cuatro, como las familias dueñas del ger donde iríamos se habían ya mudado de zona, nos quedamos con un señor que nos encontró en el camino. Y las dos últimas noches fueron en campings de gers, en donde en lugar de haber tiendas de campaña ya armadas, estaban instalados los gers.
Nos han tocado gers grandes, en el que había 6 camas y sólo para nosotros, hasta otros más pequeñitos, con 4 camas.
Como era octubre y hacía frío, nos recibía algún miembro de la familia, quien nos encendía el fuego. No vimos en un comienzo qué es lo que estaba metiendo dentro de la estufa, pero luego nos enteramos que lo que utilizan para el fuego es el estiércol seco de los animales, ya sea caballo o camello. Contra todo pronóstico, una vez encendido no tiraba mal olor. La contra era que, comparado con un pedazo de madera o de carbón, tiene menos tiempo de duración (una media hora más o menos).
Por la tarde se nos invitaba al ger de la familia para que pasarámos un rato hasta la cena. Probé el arag (Juan no se animó), que es leche fermentada con un olor y sabor muy fuertes, y alguna otra de sus comidas, como ser un yoghurt medio congelado que sabía a queso de rallar y algunas achuras de animales hervidas en agua.
También probamos un vodka destilado preparado por la misma familia, es como vodka de arag, porque es una mezcla de los dos. El ritual es como el del mate. Se sirve una vez desde un termo y se va pasando uno a uno en la ronda. Aquí si que Juan se envalentonó y tomó dos veces, y yo no pude ni terminarlo la primera vez.
Al convivir con las familias, veíamos bastante de su día a día. Por ejemplo, el cuidado de su ganado y cuando ordeñaban a las yeguas o a las camellas ;).
Los niños, futuros nómadas
Cuando llegábamos a un ger estábamos siempre atentos a ver si había niños allí. En general, nos encontrábamos con que parábamos en casas de abuelos, pero varias veces sus nietos estaban allí de visita.
El primer día, había un niño mirando la televisión dentro del ger y no quitaba la vista de allí. Pero a la mañana siguiente ocurrió, el nene salió de adentro del ger con una pelota de fútbol. Juan vio una pelota y también le salió la pasión futbolera de adentro y se puso a jugar con él, para entrar un poco en calor y de paso sacarle unas cuantas sonrisas al nene, y también a la abuela que salió a ver el revuelo.
También otro día llevamos a uno de los niños hasta su casa en un pueblo. También estaba de visita en el gers de sus abuelos. Este era más pequeñín y aún no iba a la escuela.
Y esta niña estaba en el ger guesthouse de la última noche. Se estaba encargando de encender las farolas del camping… heredará el negocio.
Algunas reflexiones del camino
En el camino, vimos toda clase de gers, desde aquéllos que eran tiendas en sí, hasta construcciones de ladrillo en el medio de la nada con forma de ger. Conversamos con Juan acerca de cómo quizás nosotros estábamos allí con la añoranza de ser eternos nómadas o de, al menos, viajar por mucho tiempo.
Pero las familias con las cuales nos alojamos en Gobi son nómadas por necesidad, por su ganado, para buscarles un mejor sitio, un mejor pasto, un mejor lugar donde pasar cada una de las estaciones (se mudan de dos a cuatro veces al año). Ellas no se plantean otra forma de vida (o quizás sí), pero esa es su forma de vivir.
Estar en un mismo sitio, siempre que sea lo que quieras, que sea tu lugar en el mundo y el lugar donde estés siendo feliz, haciendo lo que te hace feliz, tampoco tiene nada de malo, ¿no?
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Forencia e Juan, adorei reviver convosco a excursão pelo Gobi. Mutio obrigado/Muchas gracias!
Gracias a vos Antonio… realmente la pasamos genial en Gobi ehhh! 🙂 un beso!!!
Buenísimo el post!!! besitos a los dos!!!
Gracias Ma, un besote 😀
Ruteros: Que fotos que colores!!!!! Antes que nada quiero expresar esto.
Es como estar en la Luna, la verdad nunca imagine que es tan lindo. Algunos paisajes me hacen recordar algo de Islandia. Que lindo lindo lindo!!!!!!!!!!! Es la Luna
Me encanta todo el post.
Los almacenes por Dios!!!!! Wowwwwww
Bravo bravo bravo: Comida!!!! Yupi!!!!! Gracias
Jajajaaj la foto del Camelo y vos Flor genial!!!
Precioso experiencia
Besotes ¡!
Viste Adri, seguí tu consejo y te puse algo sobre la comida local ehhh! 😉 Me alegro que te haya gustado, un beso y gracias!!! 🙂
que hermoso viaje alucinante, hermosas fotos ,pero es un viaje para los osados besos y a seguir el camino….
Muchas gracias Mabel. Para osados o no, hay que aguantarse el repiqueteo de la fugoneta solamente jajaja 😉 Un saludo!
alucinanteeeee
Gracias Dudú! 🙂
Nos ha encantado y nos han entrado las ganas de cargar La Furgoteta y tirarnos a recorrer el desierto de Gobi. Un abrazo y a seguir disfrutando y aprendiendo.
Sería todo un acierto que lo hagan. Sólo tendrían que ceder la conducción a algún local apañado en las rutas, que por momentos se está en el medio de la nada y creo que ni el GPS te salva jajaja! 😉 Muchas gracias chicos! 🙂